sábado, 26 de septiembre de 2015

Psicopatología

La psicopatología es el estudio de conductas o patrones de conducta que no resultan adaptativos para el sujeto; es decir, grosso modo estudia lo que una persona hace, e identifica las características que hacen que esa persona no se pueda desenvolver con normalidad en su vida cotidiana. Como las demás ciencias, la psicología se deforma al llegar al grueso de la sociedad, y queda definida por estereotipos muy equivocados con lo que en realidad es.


El estereotipo más común es "si vas al psicólogo es que estás loco". Pero ¿qué es estar loco? Todo el mundo tiene más o menos un concepto de lo que es estar loco, pero más que el concepto lo que interesa es el estigma que representa. Hay que evitar a "los locos", la "locura" es contagiosa, los "locos" son un grupo de enfermos que, cual leprosos, no merece la pena tener en cuenta y lo mejor es tenerlos lejos y encerrados, según dicen, por su propio bien, aunque en el fondo lo que se busca es el bienestar propio.


Este estereotipo es falso y con suerte está desapareciendo poco a poco, pero como todo en la vida, una respuesta es la puerta a preguntas ulteriores. Como pregunta me planteo ¿con qué autoridad la psicopatología dice lo que son personalidades/conductas correctas o incorrectas?


No se debe tomar este texto como una ofensa a la psicología, y en especial a la psicopatología, sino más bien como un intento de mirada crítica, ya que una mente crítica tiene que ver desde un punto de vista objetivo incluso lo más cercano, lo más consensuado y lo más querido; difícil intento humano por alcanzar las verdades absolutas.


Como una pequeña incisión en la etiología de una psicopatología, todos los trastornos mentales no son más que la respuesta de una persona ante estímulos negativos/amenazantes de su contexto, con la mala suerte de que esta respuesta no está considerada como correcta, rompe reglas o en conjunto no es buena para la persona —interpretando aquí algo bueno como lo que está orientado a lograr ovjetivos vitales del individuo—. Tal respuesta está mediada por la personalidad del individuo, y aquí es donde se plantean los dos factores. Por un lado está el individuo con su personalidad, por otro está el grupo/la sociedad con sus abstractas y relativas normas de conducta.


Intervenir en el grupo/contexto es una posible solución, dirigir la sociedad en un cambio lento por un camino en el que casos atípicos como las personas con psicopatología puedan ser quienes son (mantener su personalidad), sin que estas personas se desarrollen o se desenvuelvan de forma que puedan crear conflictos.


Un ejemplo puede ser una sociedad en la que la vida fuera menos estresante, en cuyo caso los trastornos relacionados con la ansiedad se verían reducidos; o una sociedad con relaciones afectivas o comunicación mayor, en cuyo caso los trastornos relacionados con la depresión se verían igualmente reducidos.


Es una alternativa teóricamente posible, pero nos encontramos ante el titánico muro que supone que la mayor parte del mundo esté regido por el capitalismo. El capitalismo y sus consecuencias es algo de lo que se puede debatir largo y tendido, pero para no perder el hilo del texto, es mejor obviar (al menos en este caso) que la dificultad que supone romper esa barrera escapa a las posibilidades de la psicología.


Así pues, solo nos queda la intervención en el individuo, y aquí es cuando llego al quid de la cuestión. Para intervenir en el individuo se busca modificar conductas, patrones de conducta, pensamientos, exposición a ciertos estímulos, ... defínase como quiera, pero lo que se cambie tiene que ser lo mínimo y con la mayor eficacia posible. Hablar de "modificar" a una persona hace que el concepto "ética" resuene en el trasfondo, pero en este caso se tiende a no entrar en debate, ya que las terapias van dirigidas a mejorar la calidad de vida de las personas (al menos desde lo que la sociedad en su aparente justicia dicta). Es decir, en este caso el fin justifica los medios.


Todo parece bien ordenado, correcto y benigno, pero como dije al principio, siempre hay que mirar algo con mirada crítica, y para hacerlo hemos de coger un ascensor que nos lleve a las altas esferas del pensamiento. Toca mirarlo desde lo trascendental. Y aquí va una postura opuesta, reitero, no para difamar, sino para observar ambos puntos de vista:


¿Qué da derecho a una persona para que deliberadamente modifique la personalidad de otra? ¿Acaso el agente de la psicopatología conoce un camino que el paciente desconoce? ¿Acaso el agente sabe que el camino que él/ella considera correcto asegura la supervivencia? Nada nos puede asegurar la supervivencia, ya que (como conclusiones del darwinismo) la supervivencia de un individuo o grupo solo puede ser asegurada una vez que ha conseguido sobrevivir; no existe lo válido o lo correcto o el camino a seguir en términos de supervivencia, y si existe, solo se sabrá cuando ya se haya sobrevivido, es decir, demasiado tarde para intervenir.


Siendo este párrafo un paréntesis, quizá me sienta influido por mis opiniones sobre la medicina, ya que la psicopatología es la ciencia más cercana a esta dentro de la psicología; y en resumen, una consecuencia negativa de la medicina es que nos vuelve débiles ante el entorno si prescindimos de esta. Caso aparte es el hecho de que, como especie, nuestra estrategia haya sido adaptar el entorno a nosotros de forma extrema. Pero este es otro debate del que se puede hablar largo y tendido. Fin del paréntesis.


¿El hecho de redirigir la conducta hacia lo considerado como correcto no es acaso una poda del mecanismo de variación de la Selección Natural? Espero que se me corrija si me equivoco. Y tal poda puede traer como consecuencia mayor homogeneidad en el grupo, lo que nos vuelve vulnerables ante grandes peligros, es decir, somos más vulnerables ante el mecanismo de selección de la Selección Natural. ¿No es esto contraproducente para la especie? Si se está de acuerdo con la opinión de este párrafo, buscar su causa sería volver a la discusión de la naturaleza de la sociedad en la que vivimos, así como dato, y en dato se queda porque ya hablé al respecto.


Y como colofón y en relación a los párrafos anteriores volvemos a los estigmas. La estigmatización de la psicopatología y de la gente que los padece los reduce a una condición inferior al tipo de persona considerado como normal (o correcto, de nuevo basándonos en las normas sociales). Esta forma que tienen de ser percibidos y la propia presión del funcionamiento de la sociedad impiden que naturalezas de individuos distintas a las "correctas" puedan tener un desarrollo tan ventajoso como el desarrollo del que gozan las personas "normales", reduciendo sus posibilidades de supervivencia y de identificación como grupo, atacando de frente a la variación anteriormente citada y dirigiéndonos (al menos estadísticamente) a una menor posibilidad de alcanzar lo que en fin último, y personalmente, considero el objetivo de la humanidad como conjunto: la supervivencia.

miércoles, 29 de abril de 2015

El campero

El campero nunca se rinde. Se mantiene firme y alerta, tiene la convicción de que su oportunidad llegará y eso es lo que lo diferencia de ti. Mientras el común de los mortales baja la guardia, él avanza en la obscuridad sin ser visto. Cuando aparece la oportunidad de oro, él actúa de inmediato mientras tú te haces a la idea de lo que ocurre.

El campero tiene las poderosas armas de la planificación, la improvisación y la perseverancia. No desaprovecha su tiempo; ahí donde lo ves quieto, planea e imagina posibles situaciones, siempre un paso por delante tuya. Ahí donde creas que ha bajado la guardia, ahí donde creas que se ha rendido, ahí será donde mejor pueda asestar su golpe. El campero no tiene compasión, ya que nadie la tuvo con él. Es un incomprendido que únicamente lleva su modo de vida de la mejor forma que sabe vivirla. Rozando la psicopatía, tiene la mente de un genio. Juega contigo a un ajedrez abstracto y de múltiples niveles en el que nunca quisiste empezar partida, pero él te obligó a seguir la que él había organizado y empezado.

El campero, esa figura desplazada de lo que es normal y políticamente correcto, con una fachada de normalidad y una personalidad fría y calculadora.

Despechado por la gente común, se mueve en el sigilo, busca su oportunidad, mueve hilos, la encuentra y actúa de forma que nada podría impedírselo. ¿Lo odias? Pues solo tienes una forma de combatirlo, amigo mío, volviéndote peor que él. Si es que puedes.

domingo, 11 de enero de 2015

Neurotransmisores

Neurotransmisores y hormonas, si es que hay diferencia entre ellos.

Al fin y al cabo no somos más que adictos patológicos a los neurotransmisores. Estos son los que nos mueven, los que nos hacen seguir objetivos, los que nos motivan a continuar en las peores etapas, los que nos hacen disfrutar de los placeres más trascendentales o los más carnales y mundanos.

Seguimos un compendio de principios (definidos o ambiguos) que son lo que llamamos educación, saber estar, buen comportamiento, adaptación, personalidad atrayente o cualquier nombre más que no describe nada distinto de lo que es en el trasfondo: una cuidadosa y escrupulosa estructuración de la dosis de neurotransmisores que nos chutamos, aprendida y pulida desde la más inocente infancia hasta ya bien entrados los años.

hablando desde lo socialmente bien o mal visto se tiene el valor de tachar de incorrecto a aquellos que usan estimuladores de la neurotransmisión o sucedáneos de los mismos (las comúnmente llamadas drogas), cuando no hay más que mirar al ser humano para darse cuenta de que los consumidores de drogas (legales o ilegales) son el vivo reflejo de la sociedad que los ha parido. Una distinción arbitraria como otras tantas que ha hecho el ser humano desde los principios.

Aunque el objetivo de esta crítica no es la justificación del consumo de drogas, sino más bien lo contrario: esto es una nota de desprecio a todo tinte animista que pueda tener el conocimiento humano. Escupo en el animismo. Ya es hora y si no es, apuesto lo que sea a que tarde o temprano lo será de que desaparezcan explicaciones del alma, la inteligencia, la voluntad, la motivación o cualquier cosa por el estilo basadas en algo abstracto.

El ser humano ya ha sido bajado de muchos pedestales a golpe de evidencia. Quizás ya tenga que bajar de otro más, dejar de creer que hay algo trascendente y abstracto por encima de todo nuestro ser y darse cuenta de que todo este ser no es más que el producto de una (eso sí) compleja y estructurada red de neuronas, que a lo mejor nunca seremos capaces de comprender porque a la limitación de sus conexiones estamos encadenados.

Con la genética surgida y desarrollada desde Darwin dimos el salto de lo cualitativo a lo cuantitativo en relación a la procedencia y exclusividad del ser humano. Quizás (aunque ojalá no se quede en el quizás) con la memética de Dawkins demos el salto de lo cualitativo a lo cuantitativo en relación a la procedencia y exclusividad de la mente humana.

Por un lado todo esto es en gran medida desolador dicho desde y para la condición de humanos en la que nos encontramos.


Aunque por otro lado hay que pensar que quizás los árboles no nos permitan ver el bosque, por lo que la mejor forma de comprender al ser humano sería usando la propia deshumanización, quitarnos todo lo que nos hace humanos. Dicho de otro modo, un enfoque nihilista, donde no existe el concepto de motivación, aunque tampoco el de desolación.