lunes, 13 de enero de 2014

¿60? ¿Por qué no 100 o 50 o algún número aparentemente redondo o de índole similar? ¿Por qué son 60 minutos los que tiene una hora?

A decir verdad, el 60 es un número bello, tanto matemática como antropológicamente. He aquí un breve análisis de la naturaleza del 60.

Pare empezar y simplificar, divido el 60 entre dos de sus divisores para analizarlos por separado, el 10 y el 6.

El número 6 es un número a fin de cuentas bello, desde el punto de vista matemático. Todos sabemos (implícita o explícitamente) que ningún número (en el conjunto de números naturales N) puede dividirse entre ningún otro mayor que su mitad. Bien, exceptuando estos, el 6 puede dividirse por todos los números que lo preceden (1, 2 y 3).

No solo esta propiedad es la única, cabe igualmente resaltar que el 6 es un número perfecto. Para los no afines a la ciencia exacta, esto se traduce en que la suma de sus divisores resulta tal número (es decir, 1 + 2 + 3 = 6)

Su divisibilidad parece condición necesaria y suficiente como para que abandere un divisor del producto que nos rige día a día.


Por otro lado está el 10 y su significado cultural. 10 es la base en la que hemos contado desde allá el siglo V (véase Tª de la Computación). Son 10 los dedos que tenemos en las manos, partidos entre sus divisores: 2 manos con 5 dedos cada una. El 10 por su historia está presente en todas las situaciones de la vida.

En el lado matemático, el 5 es un número lleno de misticismo —sí, "misticismo" y "matemáticas" están presente en un mismo texto sin que pierda la coherencia o la realidad— por temas religiosos y místicos que no considero que merezcan mención. Sí por otra parte cabe destacar las matemáticas ocultas en la estrella de 5 puntas, donde en distintas secciones se encuentra la proporción áurea, el número de Dios Φ.

Todo esto hace que el 10 merezca tanto como el 6 la presencia en la hora.

Con todo esto y para concluir, la curiosidad de que el 60 es divisible entre 1, 2, 3, 4, 5 y 6; haciendo de este un número versátil, haciéndolo preferible a cualquier otro número aparentemente más lógico como sería (y de hecho lo fue en la Revolución Francesa) el 100.