domingo, 11 de enero de 2015

Neurotransmisores

Neurotransmisores y hormonas, si es que hay diferencia entre ellos.

Al fin y al cabo no somos más que adictos patológicos a los neurotransmisores. Estos son los que nos mueven, los que nos hacen seguir objetivos, los que nos motivan a continuar en las peores etapas, los que nos hacen disfrutar de los placeres más trascendentales o los más carnales y mundanos.

Seguimos un compendio de principios (definidos o ambiguos) que son lo que llamamos educación, saber estar, buen comportamiento, adaptación, personalidad atrayente o cualquier nombre más que no describe nada distinto de lo que es en el trasfondo: una cuidadosa y escrupulosa estructuración de la dosis de neurotransmisores que nos chutamos, aprendida y pulida desde la más inocente infancia hasta ya bien entrados los años.

hablando desde lo socialmente bien o mal visto se tiene el valor de tachar de incorrecto a aquellos que usan estimuladores de la neurotransmisión o sucedáneos de los mismos (las comúnmente llamadas drogas), cuando no hay más que mirar al ser humano para darse cuenta de que los consumidores de drogas (legales o ilegales) son el vivo reflejo de la sociedad que los ha parido. Una distinción arbitraria como otras tantas que ha hecho el ser humano desde los principios.

Aunque el objetivo de esta crítica no es la justificación del consumo de drogas, sino más bien lo contrario: esto es una nota de desprecio a todo tinte animista que pueda tener el conocimiento humano. Escupo en el animismo. Ya es hora y si no es, apuesto lo que sea a que tarde o temprano lo será de que desaparezcan explicaciones del alma, la inteligencia, la voluntad, la motivación o cualquier cosa por el estilo basadas en algo abstracto.

El ser humano ya ha sido bajado de muchos pedestales a golpe de evidencia. Quizás ya tenga que bajar de otro más, dejar de creer que hay algo trascendente y abstracto por encima de todo nuestro ser y darse cuenta de que todo este ser no es más que el producto de una (eso sí) compleja y estructurada red de neuronas, que a lo mejor nunca seremos capaces de comprender porque a la limitación de sus conexiones estamos encadenados.

Con la genética surgida y desarrollada desde Darwin dimos el salto de lo cualitativo a lo cuantitativo en relación a la procedencia y exclusividad del ser humano. Quizás (aunque ojalá no se quede en el quizás) con la memética de Dawkins demos el salto de lo cualitativo a lo cuantitativo en relación a la procedencia y exclusividad de la mente humana.

Por un lado todo esto es en gran medida desolador dicho desde y para la condición de humanos en la que nos encontramos.


Aunque por otro lado hay que pensar que quizás los árboles no nos permitan ver el bosque, por lo que la mejor forma de comprender al ser humano sería usando la propia deshumanización, quitarnos todo lo que nos hace humanos. Dicho de otro modo, un enfoque nihilista, donde no existe el concepto de motivación, aunque tampoco el de desolación.